Motivo de consulta: Malestar general

AVISO: Antes de tomarte en serio algo de lo que aquí leas, recuerda que todos tenemos derecho a una segunda opinión.
Mostrando entradas con la etiqueta él. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta él. Mostrar todas las entradas

26 de septiembre de 2010

A veces, algunas veces...

A veces… mi silencio: el suicidio de las palabras.

A veces…

A veces me haces preguntas importantes… y mi silencio es la única respuesta, porque se me gastaron las palabras, por abusón…

A veces no soy capaz ni de atarme los zapatos, no escucho el despertador, ni tengo nada en la nevera…
A veces siento que es mejor faltar, porque no soy presente en ningún futuro de nadas, ni en ningún presente de nadies…
A veces, esas veces…

A veces necesito ayuda, y la rechazo.
A veces lo rechazo todo y pierdo lo poco (¡mucho!) que me quedaba.
A veces me pido la baja, y me la dan. A veces me bajo a pedir… y no me dan nada. A veces pido el alta, ¡y no me la dan!

A veces pienso que no quiero que nadie me quiera, porque, sin querer, le haré daño… de tanto pensar, de tanto no hacer y de tantos a veces.

A veces dibujo mi futuro con el sabor de la soledad, aunque me duela…
A veces me escondo entre las sábanas, o debajo de la cama, o entre los muelles del sofá. A veces la cabeza me pesa, tengo náuseas y salir a la calle me produce dentera; las piernas no me responden y no consigo llegar a la esquina de la barra ni para pedir un café.

A veces no cojo el teléfono, porque no sé qué decir(te).

A veces me pongo gallito, porque soy muy gallina.

A veces, necesito pastillas, para poder dormir. A veces (¡muchas!), necesito pastillas… para poder vivir.

A veces (las menos) pienso en las pastillas para poder morir… (y me da miedo).
A veces tengo miedos para parar un tren.
A veces se me pasan los trenes y me quedo en el andén.
A veces… se me pasa la vida, y ni me entero.

A veces, algunas veces, te me cruzas en la vida… y yo sigo sin enterarme.
A veces quizá sí que no(s) reconozca… y yo ya no sepa quién soy.
A veces pienso que soy eso que te hace daño…me estoy desombligando mucho a mucho...
A veces sé que soy eso que te hizo daño... me estoy perdonando silencio a silencio...

A veces, esas veces… las últimas veces…
A veces, últimamente, no me respondes… nunca.
A veces, esas veces… tantas veces…

A veces, muchas veces, no puedo dormir… y vomito las palabras que no tengo para ti.


A veces, tantas veces… mi silencio…
A veces, muchas veces… mi silencio le grita al tuyo, que me gustaba más; aunque ahora queme por dentro…


A veces, algunas veces, se me agotan las fuerzas… y me tiro al vacío,
desde lo alto del teclado.
-----------------


A veces se me suicidan las palabras con la pistola de tu silencio.


Las imágenes están en flickr
 A veces, y eso nunca lo aprendo, es mejor mi silencio… no sea que de tanto hablar, me mandes callar.

El tiempo

Imagen de carmenveronica.lacoctelera.net

El tiempo es necesario, no más.
Pero es más necesario llorar.

El tiempo empezará a contar justo después de la última lágrima.

25 de septiembre de 2010

Lección1: Con cada adiós...

Y UNO APRENDE.

Después de un tiempo,
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma.

Y uno aprende
que el amor no significa recostarse
y una compañía no significa seguridad.
Y uno empieza a aprender...
que los besos no son contratos
y que los regalos no son promesas.
Y uno empieza a aceptar sus derrotas
con la cabeza alta y los ojos abiertos.
Y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana
es demasiado inseguro para planes...
y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.
Y después de un tiempo
uno aprende que, si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.


Así que uno planta su propio jardín
y decora su propia alma,
en lugar de esperar que alguien le traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede
aguantar,
que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale,
y uno aprende y aprende...

Y con cada adiós uno aprende




JORGE LUIS BORGES

16 de septiembre de 2010

¡Cómo he(mos) cambiado!



Mi día a día no se parece en nada a mi ayer a ayer. Por ejemplo: hoy.

Este amanecer: me despertó el sudor… he tenido que cambiar las sábanas.

Esta mañana: tras la ducha de agua helada (ya no queda gas en mi bombona de oxígeno), descubrí la cocina medio inundada: otra vez se jodió el frigo… He tenido (¡con la crisis que está cayendo ahí fuera!) que tirar un montón de comida a la basura, avisar al técnico, suplicarle que viniera antes de 2035 (la cosa era urgente, ¡jolines!) y dejarme un riñón en la factura.

Este mediodía: me quedé en la calle (justo delante del portal) compuesto y sin llaves; el Javi las cogió.... y se las llevó de souvenir al Poblado… Y yo olvidé pedírselas. He tenido que avisar a una amiga, que me acercó en seguida la copia que le dejé (en previsión de estos casos, que soy un desastre y me conozco)… ¡menos mal! Si hubiera tenido que ir hasta su casa… con el bochorno... las muletas...

Esta tarde: tomé al menos tres cafés… estaba nervioso, esperaba visita. Lo pasamos bien, siempre mola que te vengan a ver cuando estas pocho. Y como mola eso de estar a gustito con gente que hace mucho que no ves...Pero después he tenido que tomarme un valium para contrarrestar la sobredosis cafeínica.

Esta noche: cené dos vinos y un bifiter con agua tónica (cortesía Circular), eso sí, en vaso ancho… Tendré que dejarlo o mi hígado me pasará factura.

Y ahora, ya de madrugada: vuelve el insomnio… Voy a tener que hablar con él. ¡O paga su parte de alquiler, o no pasa ni una noche más en este piso!

10 de septiembre de 2010

Otra noche sin luna...

La foto es de flickr



ESTA NOCHE NO HUBO LUNA...



Ahora camino de noche
porque las noches son claras ...
Y esta noche no hubo luna,
no hubo luna amiga y blanca .. .
y había pocas estrellas,
pocas estrellas y pálidas...



Y era todo triste sin la luna amiga...
y era todo negro sin la luna blanca.


No se veía la cinta
de la carretera larga...
los olivos del recuesto
apenas se dibujaban...
un murciélago pasó
rozándome la cabeza con el ala ...
y me ladraron los perros
en los bancales con saña.
Sin luna todo era negro y triste...
vi una luz allá lejana...
y, a tientas, fui hasta la luz
y en la luz pedí posada...


Esta noche no hubo luna...
no hubo luna amiga y blanca...
Y recordé aquella noche
en que no vino mi amada...


y en que yo loco de amor,
lleno de fiebre y de ansias...
hice también alto
en la primera posada...

León Felipe

18 de agosto de 2010

Un concierto sencillo

Fue sencillo: yo,
simplemente, llore.

Siempre odié la idolatría por negarme al fanatismo.
Pero la poesía tiene estas cosas; me adueñé de sus letras:
necesitaba muletas para soñar sin cojear.

Noche de trincheras con Sabina por montera.
Solo
rodeado de ausencias;
vinagre y rosas a la hora de cenar.

Como aliño, una copita de esencias
y de postre: tiramisú de limón.
Y café con luna, copa y puro.

Camarero, ¿qué se debe?
Que no, que pago yo.


Aceptaban tarjetas, menos mal:
me gasté el suelto en el loquero...
Buenas noches, un placer.
Felicite al cocinero.

Fue sencillo:
yo, simplemente, llore;
y no me dolió.






7 de agosto de 2010

Últimamente...







Ilustración de Juanma Montiel. juanmamontiel.blogspot.com


Últimamente, cuando salgo de guardia, los típicos tópicos me parecen utópicos...

Últimamente, cuando salgo... todo me parece más (o menos) real...

Hoy, ahora... ¡zas! Llegó la hora.

El reloj desajustado de mi cabeza se paró, hace ya tiempo,

a las seis a eme...

Buenos días, noche.
Buenas noches, día...

Últimamente... aún con el cerebro líquido y las ojeras puestas;
Últimamente... me parece que últimamente es siempre.

31 de julio de 2010

Noche de guardia


Vuelve a hacer mucho insomnio esta noche... y he recordado lo que alguien que conozco me escribió una vez sobre una de sus noches de mal dormir. Lo he pensado bastante , y aunque puede que a mi confidente no le guste demasiado, creo que hay cosas que todos deberíamos conocer y pensarlas un rato, así que me decido a dejarlo aquí... hasta que cambie de idea:





Salgo de guardia. Noche dura.

He dormido, pero la conciencia descansa mal cuando asumes responsabilidades difíciles. Mantener a alguien durante más de seis horas de rodillas, esposado de manos, después de inyectarle un cóctel de ansiolíticos y antipsicóticos en contra de su voluntad... No es fácil reconciliarte contigo mismo después de firmar esa orden.

Se duerme… a ratos; de puro agotamiento. Se sufre, todo el tiempo. Tratar a las personas como a perros salvajes es inaceptable (y aquí no cabe el debate ni la duda, trabajo con pacientes humanos, no con animales; aunque ellos hayan cometido en algún momento actos impropios de nuestra especie...).

"Dado el estado del paciente y ante el riesgo de agresión y autolesión, se autoriza la sujeción mecánica del interno “equis”.

Para que sirva y a los efectos oportunos; así lo firmo el día de la fecha a tal hora, en tal Centro Penitenciario.

Fdo: Yo

NºCol: XX/XXXX/XXXXX"

El boli no escuece con la rúbrica. El efecto es posterior y progresivamente más intenso.

No se duda entonces. La imperiosa necesidad de acelerar el desenlace inhumano impide el titubeo: Hacedlo, rápido; y salid de aquí cuanto antes. Dejadle espacio, aire que respirar... Y CALLAD!!!.

Silencio, bestias. Acaso puede el ratón calmarse ante un ejército de gatos hambrientos, que le acorralan enseñando los dientes y las defensas de goma????

CALLAD, DEJÁDLE, SALID DE AQUÍ!!!!!!!!!!!

Humillación gratuita. No cabe justificación, por inteligente que sea. Y de tremendos felinos, permítanme dudar (aunque la duda ofenda), no sueles oír discursos brillantes.

Acelero el paso. Describo la actuación, con detalle y brevedad, en la Historia Clínica del paciente.

La mano derecha empieza a pesar. Los dedos casi tiemblan. Las yemas de corazón y pulgar escuecen tanto que decido lavarme las manos. Poncio Pilatos.

De camino al cuarto de guardia evito escuchar los comentarios. Los Funcionarios del Módulo 6 aparecen serios, al fondo de la Galería 1, detrás de la puerta mecánica que separa la Clínica de los Módulos; que separa mi mundo del suyo.

Ya no son tigres. Se tornaron personas.

Don Manuel, que colocó los grilletes, me busca con la mirada. Mirada cómplice, sí! Sus ojos gritan: "A mí también me escuecen los dedos, Doctor". Y no sé hacerme el sordo ante esos ojos.

Ññññññññññññññññiiiiiik. Tac. Cuando la puerta del Rastrillo 3 termina de abrirse y me permite el paso, vuelve el soniquete: ñññññññññññññiiiiiik. Se cierra a mi espalda con un postrero golpe seco que inunda la estancia y retumbará toda la noche en mi cabeza: TAAAACC!

Al pasar por delante del Funcionario del Control no me detengo.

-¡Eh, Doc!.-me grita- ¿vienes del seis, no?.

Antes de que pueda articular palabra, ni detenerme si quiera, lo suelta: ¿Le has esposado, no?.

-Sí, -contesto lacónicamente.

Y lanza el dardo.

-¿Quién te ha visto y quién te ve, Doctor?-. y añade, sarcástico- Me encanta.

Y vomité la respuesta por acto reflejo, no recuerdo haberla pensado; de hecho, incluso yo quedé sorprendido al escucharme.

-No te equivoques, cabrón. Lo hago por su seguridad y asumo las consecuencias. Yo no soy como tú.

Silencio. Choque de trenes y pupilas enfrentadas, Gesto duro, casi retador.

El tiempo pasa lentamente. El tac de la puerta cerrándose a mi espalda no cesa...machacante banda sonora de la espera.

Módulo 6, Celda 21. Nueva visita.

Han pasado cinco horas y la medicación ha hecho efecto. Los restos de saliva reseca en los labios y mejilla de "equis" hacen de Notario. Intento sin conseguirlo, mostrar respeto y cercanía en mi trato; pero soy severo en el discurso: "¿Cómo estás?". Y el ratón muta a león. No le entiendo, pero lo adivino. "Tranquilo, Tranquilo, Hicham" (o Said... ya no me acuerdo, ¿...o si me acuerdo?). "No es una negociación"-, escupo. Ahora sólo hablo yo: te pincho y en media hora te soltamos. Y no quiero volver a esposarte luego. Ni una bronca, ni un grito. ¿Entendido?" Le alargo un pito: el beso de Judas, pienso. Salgo de la celda lentamente, casi no cabemos nosotros dos y debo aún sortear a tres Funcionarios, el Jefe de Servicio y tres porras de goma. Esquivo un charco junto a la puerta de la celda que huele a pis. ¡Joder! Esposado no llega a la taza.

Taac.

Veinte minutos más tarde me encuentro en el mismo lugar. Alguien ha recogido el pis, el suelo aún está mojado por la fregona mal escurrida. Los Funcionarios, sin previo aviso, le han soltado la mano izquierda para que pueda cenar. Paso el primero y me agacho, me pongo a su altura. Rompo las reglas y me expongo al golpe. Él me mira, interrogante. "¿Todo en orden?", pregunto tranquilo. Sé de sobra que a otro ya le habría agarrado el cuello y mordido una oreja. Aún así, adelanto la rodilla derecha para marcar mi espacio. Sonríe.

Incluso así, vejado, con grapas en la frente, marcas en las muñecas, la camiseta ensangrentada y moratones en la espalda (que no se ven, pero se intuyen) es un morito guapo. Ojos negrísimos, complexión atlética, lampiño, pero con una melena rizada que le confiere dureza.

-Soltadle-. Y me obedecen.

Antes de abandonar el chabolo me da la mano dos veces. Y se atasca al hablar: "Grasias, Médico; yo portarme bien, te lo juro por mis muertos". Y me estrecha la mano como lo hacen los hombres de palabra, con fuerza. Después se golpea suavemente el pecho, sobre el corazón, y baja la mirada. "Uno sigarro, por favó". Le doy dos. Y vuelve a darme la mano...

Ya en la Consulta, nuevamente escribo lo ocurrido. Y después, firmo el parte que autoriza la retirada de sujeción mecánica.

Tac.

Necesité una ducha helada para espabilar la mala noche. Mis oídos ignoraban las noticias que escupía a todo volumen mi radio-despertador, sobre el archivador que hace las veces de mesilla en el dormitorio de guardia. Me visto rápido. Recojo el cuarto en un santiamén y bajo a Jefatura. Me despido, mochila a la espalda, y saludan con aprecio. Me respetan. Son compañeros y así lo sentimos mutuamente. Hasta el punto de buscar la colaboración aún sabiendo que pensamos lo contrario que el otro. Ya camino hacia el patio cuando me dicen: "Doc, gracias". "De nada, para eso estamos", respondo sin girarme.

El arco de seguridad del Control de entrada siempre se vuelve loco cuando paso: píííííííí´-pííiíiííííi...

Salgo al aparcamiento y guardo la mochila en el coche. Respiro hondo el aire helado de la mañana y contengo la respiración.

Vuelvo a entrar.

Cuando llego, la puerta del despacho del Director está entreabierta. Toco suavemente y pido permiso.

- Adelante, siéntate, por favor.

- Buenos días, ...

Y ésa es la opción que defiendo. Y sé que me escucha con atención, y toma nota.

Y deseo, aunque no lo espero, que en la próxima guardia algo cambie, a ser posible, para bien.

TAAAACC.

Ya no me escuece la mano. Ahora me duele la boca.


Por cierto, si mi "confidente" lo autoriza, algún día os contaré si la conversación tuvo algún fruto... puede que entonces podamos dormir mejor.
O puede que no.

Las imágenes son de Google

26 de julio de 2010

Hoy toca pastilla nueva para poder dormir


Me dedicaste una canción, un poema musicado con voz de Guerra, una música compuesta por un Ángel.
Me dedicaste una canción y defendiste la creatividad como terapia de vida.
Me dedicaste una canción y defendiste la creatividad como debida terapia.

Porque te pareció adecuado para Ralf;
porque te pareció adecuado para ti, entonces;
porque te pareció adecuado para mí, ahora.

Pero mis musas agonizan en la soledad de mi autodesconocimiento, así que recurriré a un Ángel, claro, a(E)l Ángel:

Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas,
y una voz cariñosa le susurro al oído:
-¿Por que lloras, si todo
en ese libro es de mentira?
Y el respondió:
-Lo sé;
pero lo que yo siento es de verdad.

Ángel Gonzalez. Poemas inéditos; Fragmentos III, Ed Visor, 2005

Y una canción de amigo:

Si nuestro reino no fuese de este mundo,
y sabemos de cierto que no hay otro,
dime lo que nos queda,
amigo,
dime lo que nos queda.

Ni siquiera deseos, ni siquiera esperanza;
un confuso montón de sueños negros,
eso es lo que nos queda,
amigo,
un confuso montón sólo de sueños.

Cada vez más pequeño.
Ya cabe en un pañuelo, igual que el llanto.
Pero como nos pesa,
amigo,
pero como nos pesa.

Más cuanto menos.

Ángel González. Canción triste de amigo; Deixis en fantasma, Ed. Visor, 1992

Ahora te dejo, voy al funeral de las musas.
Y volveré…
cuando lo que sienta no sea tan verdad, cuando el montón de mis sueños pese menos. Volveré, por fin, cuando sea capaz de soñar (otra vez) con los ángeles…por si me esperas.

Hoy toca pastilla nueva para poder dormir.
La foto es de Flickr

22 de julio de 2010

Mi historia con Dulce

Tuve la suerte de conocer a Dulce Chacón en 2000 ó 2001, ya no lo recuerdo muy bien. La fama le daba entonces el reconocimiento que antes no tuvo, que merecía y que marcaría su carrera hasta su muerte, demasiado temprana para los que disfrutábamos de sus libros y  su conversación…
Leí su maravillosa novela “Cielos de barro” al poco de estar en las librerías y me emocionó que alguien hablara de Extremadura sin complejos, con cariño, pero sin esquinas en las que ocultar nuestro atraso eterno… Ella me decía siempre: “Jesús -(fue una de las pocas personas a quién nunca me empeñé en corregir por llamarme por mi nombre de pila),- la historia de los pueblos es la que es… no podemos cambiarla, sólo conocerla…” y siempre añadía, con su voz suave y calmada: “lo que sí podemos construir es la historia que se escribirá sobre nosotros en el futuro…”
En marzo de 2000 (ó 2001, ¡que mas da!), nos pusimos en contacto con ella para invitarla a darnos una charla en la Facultad de Medicina, aprovechando que ese año estaba becada por la Uex. En ningún momento nos hablo de dinero, ni de caché, ni de temas logísticos… aún no sé muy bien cómo (aunque imagino que el buen hacer de Elena Puelles –gracias otra vez, Elenita- se ocupó de ello). Llegó el día de recogerla en el Hotel Zurbarán, en mi destartalado y abollado Corsa.
Allí estaba ella, puntual. Era una mujer guapa, sin ser una belleza llamativa, su piel morena y su elegante planta se vestían con el saber estar de la gente tranquila y prudente. Y su voz, siempre su voz… pausada y envolvente, hasta atraparte… Nada más montarse en el coche y abrocharse el cinturón me pidió que le enseñara un poco la ciudad, que ella decía que había cambiado mucho desde la última vez que la había visitado, hace no sé cuántos años… Y yo, encantado de la vida y sin creerme del todo lo que me estaba pasando, intenté enseñarle de Badajoz lo que yo consideraba más atractivo. Un breve pero intenso paseo en coche por la Plaza de España, y el Casco hasta llegar a la Plaza Alta, entonces en pleno proceso de rehabilitación. Me esforcé en recordar y reseñar los pocos datos históricos que entonces conocía sobre esta ciudad de frontera… para después ponerla al día, siempre avisándola (casi disculpándome) de mi subjetividad y mi ingenua crítica, sobre los procesos de rehabilitación, modernización y desalojo de la zona más antigua de la ciudad: la más deprimida y marginal. Y después, como lo que quería conocer era Badajoz, me la lleve al Cerro de Reyes, donde le expliqué lo que ocurrió en la riada del 96. Y luego a Las Malvinas, donde no cruzamos palabra, apenas algún monosílabo. Se nos hizo tarde con demasiada rapidez y recorrimos muy por encima el campus universitario (entonces un erial que mas parecía Seseña que un campus universitario) hasta llegar a la Facultad de Medicina, con sus desconchones y sus goteras…
Ya en la cafetería de la Facultad y tras las oportunas presentaciones de los miembros del Consejo de Alumnos, tomamos un café rápido (ella pidió agua, creo) y subimos al inhóspito y destartalado Salón de actos.
Su charla-coloquio se convirtió en una reunión de amigos con la naturalidad propia de la gente sencilla que sabe lo que se trae entre manos. No éramos más de quince o veinte personas las que nos reunimos allí y yo agradecí enormemente la visita de un par de Profesores de los de antes, de los que se merecen ese título por detalles como aquél.
Apenas recuerdo de qué nos habló, pero habló de su vida, más que de su obra. No dio lecciones ni pretendió convencernos de nada. Simplemente fue natural;y nos animó a intentar mejorar nuestro mundo cercano desde la profesionalidad y la crítica.
No me sorprende que apenas recuerde sus palabras en el acto oficial, pues tuve la suerte de disfrutar de su compañía aún después de la conferencia, y eso es lo que se me grabó para siempre en ese rinconcito de los recuerdos que a uno le hace sentirse vivo y bien sólo con visitarlos de vez en cuando.
Dulce Chacón era una mujer que hacia honor a su nombre; pero que era mucho más que eso. La dulzura y ternura de sus palabras y gestos se acompañaba de una calma que envolvía a todos los presentes hasta llevarnos de la mano a un estado de bienestar que no podía haber imaginado antes, en mis muchos ratos de nervios durante esos días de ajetreo; absorto en la preparación de aquella Primera Semana Cultural de la Facultad de Medicina que tanto trabajo nos dio y que tan buen resultado tuvo, aún asumiendo la escasez de participación en algunos actos.
Pero lo que recordaré siempre fue el rato de relax que siguió a su conferencia-encuentro con los que allí estuvimos aquella tarde. El Sr. Decano, que previamente ni siquiera se digno a aparecer en el acto oficial, asomó la cabeza al término de aquél para saludar a la invitada. Hicimos las presentaciones correspondientes y, al ofrecerse el Decano a invitarla a cenar en nombre de la Facultad… Dulce cruzó su mirada con mis ojos furibundos (yo sólo le había insinuado, sin entrar en detalles, que el apoyo oficial del equipo directivo de la Facultad a nuestra propuesta de Semana Cultural fue absolutamente nulo en las semanas previas, llenas de preparativos y el ajetreo propio de la escasez de recursos económicos y apoyos oficiales; pero no quise echar mierda en lo que por entonces sentía como mi propio tejado). Y respondió educadamente, pero con meridiana claridad, algo así como: “Soy la invitada de los alumnos, me quedo con ellos, muchas gracias”. Y cogió un vaso de plástico, se sirvió un refresco y comenzó a charlar con los que estábamos allí como si tal cosa, en una silla de madera y en medio del habitual desorden del Consejo de Alumnos…
Más tarde, con el tiempo, en alguna de nuestras conversaciones telefónicas y correos manuscritos, tuve la oportunidad de agradecerle personalmente aquel gesto de coherencia y apoyo para con nosotros. Y ella siempre rehuyó el tema, como corresponde a los que saben hacer y estar, como es propio de la mujer humilde y comprometida que era.
En sus últimos meses, ya muy enferma, Dulce desapareció. No contestaba a mis llamadas ni a mis correos. Poco después murió. Y recuerdo que me enteré de la noticia muy pocas horas después de su muerte, al escuchar la noticia como primicia en Radio Nacional.
Y desde entonces, siempre que tengo ocasión, regalo sus libros a mis amigos.
Y desde entonces, siempre que puedo, cuento esta historia, más o menos adornada, para transmitir su mensaje personal de calma y coherencia.
Y desde entonces, de vez en cuando, busco aquellas cuatro cartas que me escribió de su puño y letra… y recuerdo su dedicatoria a mi volumen de Cielos de barro:
“A Jesús, con el deseo de que nunca pierda la ilusión por sanar a los que tiene cerca. Con todo mi cariño y mi más profundo respeto, Dulce.”

Gracias, Dulce.
*La foto es de Flickr

18 de julio de 2010

Las seis a eme

Las seis de la mañana, ésa es la hora.

A las seis, si no he dormido...suelo decidir que ya no lo intento más; y me fumo la radio, me enchufo el primer café y me bebo el amanecer.

A las seis, si he maldormido... suelen visitarme los duendes de la bruma para despertarme poco a poco, contarme alguna de sus mentiras habituales y marcharse después como vinieron, sigilosos, pero dejando el sol encendido.

A las seis, si estoy de guardia... no suele haber trabajo; pero si llega un paciente: es la hora de los que son urgentes de veras. Ojo: la noche del sábado suele ser la excepción que confirma esta regla, ya os imagináis por qué.

Y a veces, como ahora, como hoy... a las seis de la mañana, se me llenan los ojos de ella y no puedo parar de mirarla.

9 de julio de 2010

¿Cómo se educa la voluntad?

¿Cómo se educa la voluntad?

¿Cómo se hace para hacer?

Hacer lo que debes hacer,

hacer lo que sabes hacer,

hacer lo que deseas hacer.

Hacer-lo.


¿Cómo se educa la voluntad?
No me sirvieron academias militares,

ni anarquías okupadas que ahora recuerdan sólo
a botellón perrofláutico.

¿Cómo se vive cuando te sabes responsable
y éso te convierte en un irresponsable?

¿Cómo se hace para pensar y que sea productivo?
Odio las pajas mentales
a pesar de mi tendencia a ese onanismo perverso.

¿Cómo se hace para hacer,
y dejar de pensar tanto en tanto?

Las ganas van y vienen...
Las de soñar
se me han gastado.

Las fuerzas

para seguir…
vienen y van.

Las ganas de creer
que tengo fuerzas,
ésas,
dónde estarán...

Quiero saber lo que quiero,
y tomarme después un respiro...
Quiero parar
sin que me paren.

Eso quiero, sí.


Pararme, yo solito, sin que nadie me pare.
Para volver a volver a empezar.
Para volver a envolverme de ti,
para volver a desenvolverme, sin ti,
para volver a revolverme,

por fin.
Para re-volver...



Eso quiero, sí.
Eso creo...

¿Cómo se hace para hacer,
y dejar de pensar tanto en tanto?