Motivo de consulta: Malestar general

AVISO: Antes de tomarte en serio algo de lo que aquí leas, recuerda que todos tenemos derecho a una segunda opinión.
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14 de enero de 2011

Brind-ando (*)

Lo recuerdo con frecuencia. Fue la primera vez que perdí a alguien de mi familia. Cuando llegamos a recoger a mi Abuela Paca a su casa, para ir al funeral, me abrazó y me dijo al oído:
"Suso, os hacéis hombres a fuerza de golpes."

Crecemos a fuerza de golpes. Sabiduría de abuelas.
* * *

El dolor, salvo en patológicas excepciones, es desagradable. Si asumimos además que el dolor es proporcional a la intensidad del trauma-tismo... es fácil concluir que, aturdidos en un primer momento, a duras penas podamos hacer otra cosa que doler-nos, especialmente cuando el golpe es duro.
Y hay tantas manifestaciones de ese mal-estar como personas sobre el planeta.
Y hay que ser muy grande (haber crecido mucho) para tragarse los lamentos y las lágrimas y, sin atorarse, aclarar la voz y tener la calma suficiente como para levantar la copa (sólo después de que mi Madre bendijese la mesa, por supuesto) y abrir la cena de Nochevieja con un brindis como aquél.
* * *

Aquella mañana era festivo y no me tocaba guardia. El móvil sonó: por la voz de Javi ya intuía que no eran buenas noticias. Me contuve para no llorar. Pensé en sus hijos, en su mujer, en la última vez que nos abrazamos... En lo incomprensible e injusta que es la vida... ¡tantas veces!
Antes de llegar al pueblo pensé en ir directo al Tanatorio, pero quería ir con mi Padre. Así lo hicimos y mantuve las lágrimas en su sitio hasta que abracé a Nico, justo a la salida... Todo tiene un límite, supongo.
* * *

Ellos eran amigos. Ni siquiera de esos que se ven todo el rato, ni siquiera de esos que se llaman como mínimo una vez a la semana. Eran amigos. Y sequerían. No había que explicar nada más.
Yo me considero amigo de sus hijos. Y esas relaciones y todas sus derivadas hacen aún más especial una(s) amistad(es) con demasiados cimientos como para poder explicarla(s) aquí en dos frases.
Y, pensando en calmar el dolor de la pérdida con el recuerdo de lo importante, me vino a la cabeza aquel mediodía de viernes de octubre del año noventa y seis. Bajé del Leda en la parada "del sindicato". Mochila al hombro, había decidido el destino de mis pasos en alguna de mis noches anteriores, en esa nueva cama de universitario que aún me resultaba extraña. Sabía que estarían allí, cada uno de un lado de la barra.
Cuando me atreví a contestar a la pregunta de mi Padre, tras los saludos pertinentes, sonrieron... los dos. Y se miraron, ,cómplices, antes de que Jesús contestara a mi "una caña" con su "Suso, ya no te pienso pagar ni una cocacola más."
Y Sancho, con avidez, me sirvió una caña como en los anuncios de la tele: ¡perfecta!
* * *

Me ruboriza recordar a alguien por algo que puede parecer nimio. Pero re-vivir ese momento en el que mi Padre y su amigo Sancho me concedieron el honor de compartir con ellos mi primera cerveza "oficial" es lo que me sale desde hace quince días... porque para mí fue lo más parecido a "crecer" sin necesidad de "doler-me" por ello. Al contrario, aún tengo en la boca el agradable sabor de aquella birra...


Y recordé ese momento de crecimiento, que nunca olvidé, cuando mi padre, presidiendo la mesa de gala para la cena de Año Nuevo, se puso en pie. Se recogió la corbata con la mano izquierda y, con la copa de vino en la derecha, lanzó su brindis.. y nos hizo volver a crecer:
"Quiero empezar esta noche con un brindis especial:
por mi amigo Sancho."

(*) A Sanchito,
descanse en paz. 








1 de noviembre de 2010

Si lo (vi)ves, lo harás.

Me lo descubrió hace algún tiempo MaríaRi. Hoy me he acordado... y ya está.
Chas gracias, Prima.


Chas gracias, Mamá; chas gracias, Papá.


18 de septiembre de 2010

Septiembre: mi mes más cojo...nudo

En realidad, esta siendo un mes estupendo. No hay más que ver las ultimas post-ales que voy escribiendo para darse cuenta...



Y ahora, la guinda: me acaban de enviar un mensaje del SES y mañana mismo empiezo la rehabilitación. Que han tardao, decían, muy educados, porque necesitaban a un tobillolólogo especializado en cojeras por resbalones de pena... y tal.

A ver qué me cuenta... qué opina él, como experto, de este problemilla mío consistente en no saber andar por la vida sin muletas, porque se me cae el alma a los pies.

Están siendo, desde luego, unas vacaciones distintas... y como mi padre pensaba que por la Inseguridad Social iban a tardar más, terminó por convencerme. El sábado pasado me fui por mi cuenta a un rehabilitador privado. Nunca me han gustado los que se llenan de fama y gloria y se olvidan de que la salud es un derecho, y está feo comerciar con ella... Pero claro, si hablamos de que estoy cojo, con pata de palo... y parche en el ojo... pues uno se traga sus principios, y los convierte en finales...

Me pusieron ambulancia privada y todo. El ambulanciero era un señor que ya peina canas, más bien callado, pero muy atento ¡Y con una cara de buen hombre que me hizo imposible sugerirle que dejara el tom-tom tranquilo (que no paraba de hablar) y cambiara el carrusel por algo de radio en condiciones! Jesús, creo que se llama.Cuando llegamos a la puerta del Hospi, tras observarle desde mi asiento, en la parte de atrás de la ambulancia, ya sabía yo que a ese señor, a su edad, le debía gustar mucho su trabajo como para pegarse ese viajecito un sábado por la tarde, ¡a la hora de la siesta! Y entonces me dijo que estaba jubilao, y que ciertos servicios los hacía como voluntario. ¡Qué tipo!

 
Me dieron cama en el Hospital de la Santa Luna , uno de estos grandes de la mutua ésa... cómo se llama... ¡ah!, sí : Del Barco, Seguros de tu Salud. En Admisión nos recibió una mujer de cara amable, risueña. Y con manos de currante, no se lleven a engaño. Paulina, Jefa de Admisión, Hospital Luna, Grupo Del Barco: así rezaba su tarjetita con imperdible en el bolsillo del traje de chaqueta, elegante. No la necesitaba, en estos sitios sólo tienes que mirar a los ojos para saber quién lo tiene todo controlado. Y así fue, el Hospital resultó de lo más confortable y Paulina tenía preparada la habitación e incluso la cena, para dos. Me hice colega de Antonio, el enfermero de turno. El Antonio... También con canas, también algo callado... pero que cuando abría la boca era para decir cosas tan ciertas y, a la vez, tan complejas... que siempre acababa haciendo un chiste. Me estaba acomodando y poniendo el gorrito ése que siempre te ponen para este tipo de intervenciones y que ahora se ha puesto tan de moda. Antes de que el celador viniese a por mí, aún hubo tiempo para la breve visita de mis primos (Pauli y Efren) con su hija Paulina (anda, no había caído... como la de Admisión) que me hizo mucha ilusión. Siempre es agradable una visita de la familia cuando estás chungo (¿esto yo ya lo he escrito antes?). Pasé a planta en silla de ruedas para evitar las colas, el cansancio de las muletas y el bullicio de la sala de espera. ¡Y tenían un asiento de la consulta reservado a mi medida! Y un auxiliar de enfermería de lo mas servicial, que nos traía las medicinas a la cabecera de la cama, ¡sólo había que levantar un dedo!

Puffffffffff.... qué maravilla de noche en el Hospital-auditorio. El médico era un flaco cascarrabias, afónico y con pinta un tanto chunga... pero recetaba... ¡cómo recetaba!...  qué claridad de ortografía... ¡le entendía todas las letras! Cojo-nudo, sí señores.



Para que conste: David no fuma,
solo es para el posado
Pero lo mejor de la consulta (a tanto por cita, que la buena letra se paga aparte por muy rojeras que se crea el Doctor en cuestión) fue que me acompañó mi Gemelo. Estuvo toda la consulta pendiente de mí, disfrutando al ver que la rehabilitación me sentaba tan bien...

¡Y yo disfruté viéndolo a él disfrutar!

El David, mi Primo Gemelo, es la caña... aunque no tan diferente.



Se lo tomó tan en serio, que se había aprendido todas las medicinas del vademécum de la consulta... ¡de memoria! Incluso de fármacos que ya casi están retirados del mercado... ¡Qué memorión! Y es que el David es mucho David.

Eso sí, acabé la consulta agotado por tantas emociones y de tanta intensidad. Nunca antes me había sentido así en un Hospital... Pero dormí como un bebé... la medicinas, las atenciones y, sobre todo, David,lo hicieron posible... Y mi insomnio se  evaporó aquella noche...

 De la cojera... seguimos igual.


                                                                                                                       *

No era un pueblo con mar, tenia río (bastante sucio, además). Pero sí fue una noche... después de un concierto-consulta. Otra vez fue once-ese, literalmente. Y éste, lo juro, ¡tampoco se me va a olvidar nunca!




(*)La calidad del vídeo es pésima, que está hecho con el móvil…
pero es lo que hay; el David se acordó de mi Hermano Javi,
 y le dedicó la parrafada,
 tened paciencia y aguantad hasta el minuto y tres segundos:
¡SE SALE!