simplemente, llore.
Siempre odié la idolatría por negarme al fanatismo.
Pero la poesía tiene estas cosas; me adueñé de sus letras:
necesitaba muletas para soñar sin cojear.
Noche de trincheras con Sabina por montera.
Solo
rodeado de ausencias;
vinagre y rosas a la hora de cenar.
Como aliño, una copita de esencias
y de postre: tiramisú de limón.
Y café con luna, copa y puro.
Camarero, ¿qué se debe?
Que no, que pago yo.
Aceptaban tarjetas, menos mal:
me gasté el suelto en el loquero...
Buenas noches, un placer.
Felicite al cocinero.
Fue sencillo:
yo, simplemente, llore;
y no me dolió.
mmm a mi me pasó lo mismo el 6 de abril pasado, en el luna park, en Buenos Aires... ¿sufriremos de lo mismo? (mi cuadro se diferencia del tuyo en que yo sí tuve dolor -bien precordial, pero atipico-...)
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