Motivo de consulta: Malestar general

AVISO: Antes de tomarte en serio algo de lo que aquí leas, recuerda que todos tenemos derecho a una segunda opinión.

27 de julio de 2010

Una reflexión médica


Hace falta, y creo que es urgente, o por lo menos importante. Pasamos por un momento en el que la cacareada y sufrida (siempre por los mismos… otra vez) crisis pone en riesgo nuestro universal, público y gratuito Sistema Sanitario. Desde que el antiguo INSALUD se convirtiera en diecisiete sistemas sanitarios distintos (no tengo ni idea de cómo se lo montan en las siempre olvidadas Ceuta y Melilla) algunas (pocas, en mi opinión) cosas han cambiado para bien. Pero sobre eso ya escribiré otro día…

También otro día hablaré de que es falso el axioma tan generalizado de que el acceso a la salud en España es universal, pues los inmigrantes sin papeles, en algunas Comunidades (en muchas, con Madrid a la cabeza) tienen acceso únicamente a la atención de Urgencias. Y se les ponen interminables trabas burocráticas para que obtengan la tarjeta sanitaria, que garantizaría el acceso a todos los recursos sanitarios públicos. Esto se resuelve, en algunas ocasiones, por la voluntad personal de profesionales que se buscan las vueltas para tratar a estos “sin papeles”, arriesgándose entonces a expedientes y sanciones (y os aseguro que sé de lo que hablo).

Y dejo de nuevo para mejor ocasión lo de que la Sanidad Publica es gratuita. Que no se nos cobre por las atenciones recibidas, sean éstas una consulta de urgencias, de atención primaria, una analítica o un escáner, por ejemplo, no quiere decir que nos salga gratis. Entre todos, con nuestras correspondientes aportaciones fiscales, mantenemos el sistema. Es como decir que lo pagamos a diario. Y es así. En su día aceptamos que el modo de contribuir de cada ciudadano dependía, fundamentalmente, del nivel personal de renta, de tal modo que la carga impositiva es proporcional. Y también se acordó en diversas leyes (la Constitución del 78, la Ley General de Sanidad, etc) que, en el caso de aquellos que no disponen de recursos económicos suficientes, la atención debe ser la misma, independientemente de su contribución fiscal a la Cosa Publica, asumiendo el resto de ciudadanos ese coste. Por eso, cuando oigo hablar de “copago” me hierve la sangre e inmediatamente corrijo: en todo caso, será re-pago.


Pero lo que quiero contarles hoy tiene más que ver con el ejercicio práctico de mi profesión, y no con la gestión del sistema, aunque también. Es urgente que revisemos nuestra propia actitud frente al paciente. Y es preciso que, sin obviar opiniones externas, esa revisión nazca de una necesidad reconocida en nuestras propias carencias. Debemos dejar de mirarnos el ombligo en plan “House” y ser capaces de vernos desde el otro lado de la mesa de la consulta. Porque no siempre lo estamos haciendo bien. Hace ya unos cuantos años que desarrollo mi labor profesional, pero sólo uno que lo hago en el SES. Me conocéis, así que no hace falta decir que antes no me dedicaba precisamente a la medicina privada (otro "temazo"). En estos, hasta la fecha, trece meses de trabajo en el Complejo Universitario Infanta Cristina de Badajoz ya me he encontrado de todo, y me gustaría decir que lo que hoy os cuento son excepciones… Pero las excepciones, que son como las meigas, son aquellas en las que el Profesional de la salud de turno trata “bien” al paciente o a su(s) acompañante(s). Y como lo más frecuente se acaba, desgraciadamente, convirtiendo en norma a fuerza de repetirse, parece que lo extraño es tener un mínimo de educación. Así las cosas, hablar de empatía parece algo de otro mundo.

Cuando el paciente va al Servicio médico que sea, y aún más si es a Urgencias, en la mayoría de las ocasiones lo hace para buscar ayuda, consejo profesional cualificado y, muy especialmente, calmar sus dolencias. Y lo de menos para él es si éstas son “graves” o no. Que debería ser de otra manera... que a las Urgencias hospitalarias deberían acudir sólo aquellos pacientes aquejados de una patología “importante”… Puede ser. Pero somos estúpidos si pretendemos que el ciudadano sea quién decida qué es importante y qué no, ése es nuestro trabajo. Igual que es parte de nuestro trabajo hacer Educación para la Salud: eso que queda tan bien en congresos y reales decretos, pero que muy pocos desarrollamos a diario.

Les pondré un ejemplo: un dolor de muelas no es una patología que ponga en riesgo la vida del paciente, claro que no. Pero si un paciente acude de madrugada al Hospital por un dolor de muelas, de poco sirve echarle la bronca y tratarle como a un capullo. No es ése el sitio al que hubiera debido acudir, cierto. Para eso están los Centros de Salud de Urgencias (ahora rebautizados como Puntos de Atención Continuada), vale. Es cierto también que el volumen de demanda es tal, que si consigues descansar un poco en un turno de 24 horas de guardia, hay momentos (especialmente de madrugada) en los que no te apetece que te consulten por un dolor de muelas, o por una gastroenteritis, o por un catarro... pero para eso estamos.
House y ficciones por el estilo nos han hecho mucho daño y parece que sólo nos sentimos bien curando "lupus" o enfermedades hiperextrañas, que son extrañas precisamente por su baja frecuencia...

Hagamos uso entonces una buena praxis médica, seamos pacientes (de tener paciencia y de ponernos en lugar del paciente, pensando que no sabemos nada de lo que sabemos por nuestra formación) y calmemos el dolor de quién nos consulta. Con frecuencia nos olvidamos de lo que puede llegar a doler una muela, o unos gases, o lo que sea; independientemente de que desde el punto de vista médico sea una urgencia vital o no. Evitemos, si tenemos claro el diagstico, pruebas complementarias injustificadas, que apenas, en estos casos, sirven para aumentar el gasto (y nunca me ha valido eso de que si no el paciente no se queda tranquilo: ése es también nuestro trabajo, convencer al paciente de que lo que le pasa no exige una radiografía, ni tres analíticas, ni una eco, ni un tac…). Y recordemos que el paciente sólo confiará en nosotros, como es lógico, si no le tratamos a pedradas. Si empatizamos con él y su dolencia. Si, por ejemplo, nos presentamos al llamarlos a la consulta (debo ser una excepción, y no quiero dármelas de guay, pero llamamos a los pacientes de tú y ¡ellos ni siquiera saben a quién tienen delante!). Expliquémosles con calma los pasos a seguir en la exploración, porque no basta con decirle al paciente “túmbate”, para tocarle la barriga, poner el fonendo en su pecho desnudo, o hacer un tacto rectal a un paciente. Si estuviéramos nosotros en la camilla otro gallo cantaría, de eso sí que estoy seguro.

Y aprovechemos el tiempo en que la medicación intravenosa hace efecto para charlar con el paciente; o, si no hay tiempo, al menos acerquémonos de vez en cuando a preguntarle qué tal va. Y en el momento del alta tranquilicémosle con un “que se mejore”. Si hacemos todo eso, es mucho mas fácil también poder explicar, desde la calma, que ya no tiene importancia, pero que la próxima vez, con una dolencia similar, debe acudir al Centro de Salud, que está para cosas como ésa y que seguramente, de haberlo hecho, ya haría mucho que estaría en su casa y sin dolor… pues no hubiera tenido que esperar a que antes que a él atendiese a aquel señor del infarto, ni a aquella otra señora de la obstrucción intestinal (urgencias urgentes, se entiende).


Todo es mucho más fácil si nos lo proponemos. Pero para eso, debemos asumir antes que nosotros, los Súper- médicos, no siempre lo estamos haciendo bien. Y ya va siendo hora de empezar a cambiar actitudes, dejar de preocuparnos tanto por cuántos artículos publicamos o en qué congreso nos han citado, para empezar a decir, desviando por un momento la mirada del ordenador, simplemente: “Buenas, soy Jesús, Médico de Urgencias, ¿Qué le pasa?”. A mí, al menos, me funciona.

1 comentario:

  1. Que linda reflexión... a veces me siento tan utópica haciendo lo que hago que creo que alguno me va a venir a pedir mi diploma de vuelta...
    Soy Lic. en nutrición, en Argentina, mis consultas la primera vez me lleva un tiempon, y algunas otras, de pacientes conocidos también... que me cuentan que su traumatólogo les dice que el dolor de espalda es por el sobrepeso, que ya le dije que adelgace, vuelva cuando haya perdido 10 kilos... y yo los escucho decirme que el dolor los tiene tan mal que se angustian y comen... y el doctor me dice...

    Difícil cuando luego veo que las empresas de seguro médico me pagan 6 dolares para una consulta que me llevó 40 minutos (y en Argentina, un kilo de carne cuesta 12 dolares)...

    Pero la verdad sigo creyendo que el día que saque una hoja impresa y les diga a los pacientes que vengan a mi consulta "aquí tiene, bajar de peso/el colesterol/el azúcar es cuestión de dejar de comer X/Y/Z", ahí si voy yo a devolver mi diploma... no me formé para eso.

    Gracias! Llegué acá por el blog "quedese con el cambio" y ahí por un post de Serrat... fue sin querer, es caprichoso el azar...

    Un abrazo desde Buenos Aires,
    Cris

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