Motivo de consulta: Malestar general

AVISO: Antes de tomarte en serio algo de lo que aquí leas, recuerda que todos tenemos derecho a una segunda opinión.

31 de julio de 2010

Noche de guardia


Vuelve a hacer mucho insomnio esta noche... y he recordado lo que alguien que conozco me escribió una vez sobre una de sus noches de mal dormir. Lo he pensado bastante , y aunque puede que a mi confidente no le guste demasiado, creo que hay cosas que todos deberíamos conocer y pensarlas un rato, así que me decido a dejarlo aquí... hasta que cambie de idea:





Salgo de guardia. Noche dura.

He dormido, pero la conciencia descansa mal cuando asumes responsabilidades difíciles. Mantener a alguien durante más de seis horas de rodillas, esposado de manos, después de inyectarle un cóctel de ansiolíticos y antipsicóticos en contra de su voluntad... No es fácil reconciliarte contigo mismo después de firmar esa orden.

Se duerme… a ratos; de puro agotamiento. Se sufre, todo el tiempo. Tratar a las personas como a perros salvajes es inaceptable (y aquí no cabe el debate ni la duda, trabajo con pacientes humanos, no con animales; aunque ellos hayan cometido en algún momento actos impropios de nuestra especie...).

"Dado el estado del paciente y ante el riesgo de agresión y autolesión, se autoriza la sujeción mecánica del interno “equis”.

Para que sirva y a los efectos oportunos; así lo firmo el día de la fecha a tal hora, en tal Centro Penitenciario.

Fdo: Yo

NºCol: XX/XXXX/XXXXX"

El boli no escuece con la rúbrica. El efecto es posterior y progresivamente más intenso.

No se duda entonces. La imperiosa necesidad de acelerar el desenlace inhumano impide el titubeo: Hacedlo, rápido; y salid de aquí cuanto antes. Dejadle espacio, aire que respirar... Y CALLAD!!!.

Silencio, bestias. Acaso puede el ratón calmarse ante un ejército de gatos hambrientos, que le acorralan enseñando los dientes y las defensas de goma????

CALLAD, DEJÁDLE, SALID DE AQUÍ!!!!!!!!!!!

Humillación gratuita. No cabe justificación, por inteligente que sea. Y de tremendos felinos, permítanme dudar (aunque la duda ofenda), no sueles oír discursos brillantes.

Acelero el paso. Describo la actuación, con detalle y brevedad, en la Historia Clínica del paciente.

La mano derecha empieza a pesar. Los dedos casi tiemblan. Las yemas de corazón y pulgar escuecen tanto que decido lavarme las manos. Poncio Pilatos.

De camino al cuarto de guardia evito escuchar los comentarios. Los Funcionarios del Módulo 6 aparecen serios, al fondo de la Galería 1, detrás de la puerta mecánica que separa la Clínica de los Módulos; que separa mi mundo del suyo.

Ya no son tigres. Se tornaron personas.

Don Manuel, que colocó los grilletes, me busca con la mirada. Mirada cómplice, sí! Sus ojos gritan: "A mí también me escuecen los dedos, Doctor". Y no sé hacerme el sordo ante esos ojos.

Ññññññññññññññññiiiiiik. Tac. Cuando la puerta del Rastrillo 3 termina de abrirse y me permite el paso, vuelve el soniquete: ñññññññññññññiiiiiik. Se cierra a mi espalda con un postrero golpe seco que inunda la estancia y retumbará toda la noche en mi cabeza: TAAAACC!

Al pasar por delante del Funcionario del Control no me detengo.

-¡Eh, Doc!.-me grita- ¿vienes del seis, no?.

Antes de que pueda articular palabra, ni detenerme si quiera, lo suelta: ¿Le has esposado, no?.

-Sí, -contesto lacónicamente.

Y lanza el dardo.

-¿Quién te ha visto y quién te ve, Doctor?-. y añade, sarcástico- Me encanta.

Y vomité la respuesta por acto reflejo, no recuerdo haberla pensado; de hecho, incluso yo quedé sorprendido al escucharme.

-No te equivoques, cabrón. Lo hago por su seguridad y asumo las consecuencias. Yo no soy como tú.

Silencio. Choque de trenes y pupilas enfrentadas, Gesto duro, casi retador.

El tiempo pasa lentamente. El tac de la puerta cerrándose a mi espalda no cesa...machacante banda sonora de la espera.

Módulo 6, Celda 21. Nueva visita.

Han pasado cinco horas y la medicación ha hecho efecto. Los restos de saliva reseca en los labios y mejilla de "equis" hacen de Notario. Intento sin conseguirlo, mostrar respeto y cercanía en mi trato; pero soy severo en el discurso: "¿Cómo estás?". Y el ratón muta a león. No le entiendo, pero lo adivino. "Tranquilo, Tranquilo, Hicham" (o Said... ya no me acuerdo, ¿...o si me acuerdo?). "No es una negociación"-, escupo. Ahora sólo hablo yo: te pincho y en media hora te soltamos. Y no quiero volver a esposarte luego. Ni una bronca, ni un grito. ¿Entendido?" Le alargo un pito: el beso de Judas, pienso. Salgo de la celda lentamente, casi no cabemos nosotros dos y debo aún sortear a tres Funcionarios, el Jefe de Servicio y tres porras de goma. Esquivo un charco junto a la puerta de la celda que huele a pis. ¡Joder! Esposado no llega a la taza.

Taac.

Veinte minutos más tarde me encuentro en el mismo lugar. Alguien ha recogido el pis, el suelo aún está mojado por la fregona mal escurrida. Los Funcionarios, sin previo aviso, le han soltado la mano izquierda para que pueda cenar. Paso el primero y me agacho, me pongo a su altura. Rompo las reglas y me expongo al golpe. Él me mira, interrogante. "¿Todo en orden?", pregunto tranquilo. Sé de sobra que a otro ya le habría agarrado el cuello y mordido una oreja. Aún así, adelanto la rodilla derecha para marcar mi espacio. Sonríe.

Incluso así, vejado, con grapas en la frente, marcas en las muñecas, la camiseta ensangrentada y moratones en la espalda (que no se ven, pero se intuyen) es un morito guapo. Ojos negrísimos, complexión atlética, lampiño, pero con una melena rizada que le confiere dureza.

-Soltadle-. Y me obedecen.

Antes de abandonar el chabolo me da la mano dos veces. Y se atasca al hablar: "Grasias, Médico; yo portarme bien, te lo juro por mis muertos". Y me estrecha la mano como lo hacen los hombres de palabra, con fuerza. Después se golpea suavemente el pecho, sobre el corazón, y baja la mirada. "Uno sigarro, por favó". Le doy dos. Y vuelve a darme la mano...

Ya en la Consulta, nuevamente escribo lo ocurrido. Y después, firmo el parte que autoriza la retirada de sujeción mecánica.

Tac.

Necesité una ducha helada para espabilar la mala noche. Mis oídos ignoraban las noticias que escupía a todo volumen mi radio-despertador, sobre el archivador que hace las veces de mesilla en el dormitorio de guardia. Me visto rápido. Recojo el cuarto en un santiamén y bajo a Jefatura. Me despido, mochila a la espalda, y saludan con aprecio. Me respetan. Son compañeros y así lo sentimos mutuamente. Hasta el punto de buscar la colaboración aún sabiendo que pensamos lo contrario que el otro. Ya camino hacia el patio cuando me dicen: "Doc, gracias". "De nada, para eso estamos", respondo sin girarme.

El arco de seguridad del Control de entrada siempre se vuelve loco cuando paso: píííííííí´-pííiíiííííi...

Salgo al aparcamiento y guardo la mochila en el coche. Respiro hondo el aire helado de la mañana y contengo la respiración.

Vuelvo a entrar.

Cuando llego, la puerta del despacho del Director está entreabierta. Toco suavemente y pido permiso.

- Adelante, siéntate, por favor.

- Buenos días, ...

Y ésa es la opción que defiendo. Y sé que me escucha con atención, y toma nota.

Y deseo, aunque no lo espero, que en la próxima guardia algo cambie, a ser posible, para bien.

TAAAACC.

Ya no me escuece la mano. Ahora me duele la boca.


Por cierto, si mi "confidente" lo autoriza, algún día os contaré si la conversación tuvo algún fruto... puede que entonces podamos dormir mejor.
O puede que no.

Las imágenes son de Google

27 de julio de 2010

Una reflexión médica


Hace falta, y creo que es urgente, o por lo menos importante. Pasamos por un momento en el que la cacareada y sufrida (siempre por los mismos… otra vez) crisis pone en riesgo nuestro universal, público y gratuito Sistema Sanitario. Desde que el antiguo INSALUD se convirtiera en diecisiete sistemas sanitarios distintos (no tengo ni idea de cómo se lo montan en las siempre olvidadas Ceuta y Melilla) algunas (pocas, en mi opinión) cosas han cambiado para bien. Pero sobre eso ya escribiré otro día…

También otro día hablaré de que es falso el axioma tan generalizado de que el acceso a la salud en España es universal, pues los inmigrantes sin papeles, en algunas Comunidades (en muchas, con Madrid a la cabeza) tienen acceso únicamente a la atención de Urgencias. Y se les ponen interminables trabas burocráticas para que obtengan la tarjeta sanitaria, que garantizaría el acceso a todos los recursos sanitarios públicos. Esto se resuelve, en algunas ocasiones, por la voluntad personal de profesionales que se buscan las vueltas para tratar a estos “sin papeles”, arriesgándose entonces a expedientes y sanciones (y os aseguro que sé de lo que hablo).

Y dejo de nuevo para mejor ocasión lo de que la Sanidad Publica es gratuita. Que no se nos cobre por las atenciones recibidas, sean éstas una consulta de urgencias, de atención primaria, una analítica o un escáner, por ejemplo, no quiere decir que nos salga gratis. Entre todos, con nuestras correspondientes aportaciones fiscales, mantenemos el sistema. Es como decir que lo pagamos a diario. Y es así. En su día aceptamos que el modo de contribuir de cada ciudadano dependía, fundamentalmente, del nivel personal de renta, de tal modo que la carga impositiva es proporcional. Y también se acordó en diversas leyes (la Constitución del 78, la Ley General de Sanidad, etc) que, en el caso de aquellos que no disponen de recursos económicos suficientes, la atención debe ser la misma, independientemente de su contribución fiscal a la Cosa Publica, asumiendo el resto de ciudadanos ese coste. Por eso, cuando oigo hablar de “copago” me hierve la sangre e inmediatamente corrijo: en todo caso, será re-pago.


Pero lo que quiero contarles hoy tiene más que ver con el ejercicio práctico de mi profesión, y no con la gestión del sistema, aunque también. Es urgente que revisemos nuestra propia actitud frente al paciente. Y es preciso que, sin obviar opiniones externas, esa revisión nazca de una necesidad reconocida en nuestras propias carencias. Debemos dejar de mirarnos el ombligo en plan “House” y ser capaces de vernos desde el otro lado de la mesa de la consulta. Porque no siempre lo estamos haciendo bien. Hace ya unos cuantos años que desarrollo mi labor profesional, pero sólo uno que lo hago en el SES. Me conocéis, así que no hace falta decir que antes no me dedicaba precisamente a la medicina privada (otro "temazo"). En estos, hasta la fecha, trece meses de trabajo en el Complejo Universitario Infanta Cristina de Badajoz ya me he encontrado de todo, y me gustaría decir que lo que hoy os cuento son excepciones… Pero las excepciones, que son como las meigas, son aquellas en las que el Profesional de la salud de turno trata “bien” al paciente o a su(s) acompañante(s). Y como lo más frecuente se acaba, desgraciadamente, convirtiendo en norma a fuerza de repetirse, parece que lo extraño es tener un mínimo de educación. Así las cosas, hablar de empatía parece algo de otro mundo.

Cuando el paciente va al Servicio médico que sea, y aún más si es a Urgencias, en la mayoría de las ocasiones lo hace para buscar ayuda, consejo profesional cualificado y, muy especialmente, calmar sus dolencias. Y lo de menos para él es si éstas son “graves” o no. Que debería ser de otra manera... que a las Urgencias hospitalarias deberían acudir sólo aquellos pacientes aquejados de una patología “importante”… Puede ser. Pero somos estúpidos si pretendemos que el ciudadano sea quién decida qué es importante y qué no, ése es nuestro trabajo. Igual que es parte de nuestro trabajo hacer Educación para la Salud: eso que queda tan bien en congresos y reales decretos, pero que muy pocos desarrollamos a diario.

Les pondré un ejemplo: un dolor de muelas no es una patología que ponga en riesgo la vida del paciente, claro que no. Pero si un paciente acude de madrugada al Hospital por un dolor de muelas, de poco sirve echarle la bronca y tratarle como a un capullo. No es ése el sitio al que hubiera debido acudir, cierto. Para eso están los Centros de Salud de Urgencias (ahora rebautizados como Puntos de Atención Continuada), vale. Es cierto también que el volumen de demanda es tal, que si consigues descansar un poco en un turno de 24 horas de guardia, hay momentos (especialmente de madrugada) en los que no te apetece que te consulten por un dolor de muelas, o por una gastroenteritis, o por un catarro... pero para eso estamos.
House y ficciones por el estilo nos han hecho mucho daño y parece que sólo nos sentimos bien curando "lupus" o enfermedades hiperextrañas, que son extrañas precisamente por su baja frecuencia...

Hagamos uso entonces una buena praxis médica, seamos pacientes (de tener paciencia y de ponernos en lugar del paciente, pensando que no sabemos nada de lo que sabemos por nuestra formación) y calmemos el dolor de quién nos consulta. Con frecuencia nos olvidamos de lo que puede llegar a doler una muela, o unos gases, o lo que sea; independientemente de que desde el punto de vista médico sea una urgencia vital o no. Evitemos, si tenemos claro el diagstico, pruebas complementarias injustificadas, que apenas, en estos casos, sirven para aumentar el gasto (y nunca me ha valido eso de que si no el paciente no se queda tranquilo: ése es también nuestro trabajo, convencer al paciente de que lo que le pasa no exige una radiografía, ni tres analíticas, ni una eco, ni un tac…). Y recordemos que el paciente sólo confiará en nosotros, como es lógico, si no le tratamos a pedradas. Si empatizamos con él y su dolencia. Si, por ejemplo, nos presentamos al llamarlos a la consulta (debo ser una excepción, y no quiero dármelas de guay, pero llamamos a los pacientes de tú y ¡ellos ni siquiera saben a quién tienen delante!). Expliquémosles con calma los pasos a seguir en la exploración, porque no basta con decirle al paciente “túmbate”, para tocarle la barriga, poner el fonendo en su pecho desnudo, o hacer un tacto rectal a un paciente. Si estuviéramos nosotros en la camilla otro gallo cantaría, de eso sí que estoy seguro.

Y aprovechemos el tiempo en que la medicación intravenosa hace efecto para charlar con el paciente; o, si no hay tiempo, al menos acerquémonos de vez en cuando a preguntarle qué tal va. Y en el momento del alta tranquilicémosle con un “que se mejore”. Si hacemos todo eso, es mucho mas fácil también poder explicar, desde la calma, que ya no tiene importancia, pero que la próxima vez, con una dolencia similar, debe acudir al Centro de Salud, que está para cosas como ésa y que seguramente, de haberlo hecho, ya haría mucho que estaría en su casa y sin dolor… pues no hubiera tenido que esperar a que antes que a él atendiese a aquel señor del infarto, ni a aquella otra señora de la obstrucción intestinal (urgencias urgentes, se entiende).


Todo es mucho más fácil si nos lo proponemos. Pero para eso, debemos asumir antes que nosotros, los Súper- médicos, no siempre lo estamos haciendo bien. Y ya va siendo hora de empezar a cambiar actitudes, dejar de preocuparnos tanto por cuántos artículos publicamos o en qué congreso nos han citado, para empezar a decir, desviando por un momento la mirada del ordenador, simplemente: “Buenas, soy Jesús, Médico de Urgencias, ¿Qué le pasa?”. A mí, al menos, me funciona.

26 de julio de 2010

Hoy toca pastilla nueva para poder dormir


Me dedicaste una canción, un poema musicado con voz de Guerra, una música compuesta por un Ángel.
Me dedicaste una canción y defendiste la creatividad como terapia de vida.
Me dedicaste una canción y defendiste la creatividad como debida terapia.

Porque te pareció adecuado para Ralf;
porque te pareció adecuado para ti, entonces;
porque te pareció adecuado para mí, ahora.

Pero mis musas agonizan en la soledad de mi autodesconocimiento, así que recurriré a un Ángel, claro, a(E)l Ángel:

Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas,
y una voz cariñosa le susurro al oído:
-¿Por que lloras, si todo
en ese libro es de mentira?
Y el respondió:
-Lo sé;
pero lo que yo siento es de verdad.

Ángel Gonzalez. Poemas inéditos; Fragmentos III, Ed Visor, 2005

Y una canción de amigo:

Si nuestro reino no fuese de este mundo,
y sabemos de cierto que no hay otro,
dime lo que nos queda,
amigo,
dime lo que nos queda.

Ni siquiera deseos, ni siquiera esperanza;
un confuso montón de sueños negros,
eso es lo que nos queda,
amigo,
un confuso montón sólo de sueños.

Cada vez más pequeño.
Ya cabe en un pañuelo, igual que el llanto.
Pero como nos pesa,
amigo,
pero como nos pesa.

Más cuanto menos.

Ángel González. Canción triste de amigo; Deixis en fantasma, Ed. Visor, 1992

Ahora te dejo, voy al funeral de las musas.
Y volveré…
cuando lo que sienta no sea tan verdad, cuando el montón de mis sueños pese menos. Volveré, por fin, cuando sea capaz de soñar (otra vez) con los ángeles…por si me esperas.

Hoy toca pastilla nueva para poder dormir.
La foto es de Flickr

22 de julio de 2010

Mi historia con Dulce

Tuve la suerte de conocer a Dulce Chacón en 2000 ó 2001, ya no lo recuerdo muy bien. La fama le daba entonces el reconocimiento que antes no tuvo, que merecía y que marcaría su carrera hasta su muerte, demasiado temprana para los que disfrutábamos de sus libros y  su conversación…
Leí su maravillosa novela “Cielos de barro” al poco de estar en las librerías y me emocionó que alguien hablara de Extremadura sin complejos, con cariño, pero sin esquinas en las que ocultar nuestro atraso eterno… Ella me decía siempre: “Jesús -(fue una de las pocas personas a quién nunca me empeñé en corregir por llamarme por mi nombre de pila),- la historia de los pueblos es la que es… no podemos cambiarla, sólo conocerla…” y siempre añadía, con su voz suave y calmada: “lo que sí podemos construir es la historia que se escribirá sobre nosotros en el futuro…”
En marzo de 2000 (ó 2001, ¡que mas da!), nos pusimos en contacto con ella para invitarla a darnos una charla en la Facultad de Medicina, aprovechando que ese año estaba becada por la Uex. En ningún momento nos hablo de dinero, ni de caché, ni de temas logísticos… aún no sé muy bien cómo (aunque imagino que el buen hacer de Elena Puelles –gracias otra vez, Elenita- se ocupó de ello). Llegó el día de recogerla en el Hotel Zurbarán, en mi destartalado y abollado Corsa.
Allí estaba ella, puntual. Era una mujer guapa, sin ser una belleza llamativa, su piel morena y su elegante planta se vestían con el saber estar de la gente tranquila y prudente. Y su voz, siempre su voz… pausada y envolvente, hasta atraparte… Nada más montarse en el coche y abrocharse el cinturón me pidió que le enseñara un poco la ciudad, que ella decía que había cambiado mucho desde la última vez que la había visitado, hace no sé cuántos años… Y yo, encantado de la vida y sin creerme del todo lo que me estaba pasando, intenté enseñarle de Badajoz lo que yo consideraba más atractivo. Un breve pero intenso paseo en coche por la Plaza de España, y el Casco hasta llegar a la Plaza Alta, entonces en pleno proceso de rehabilitación. Me esforcé en recordar y reseñar los pocos datos históricos que entonces conocía sobre esta ciudad de frontera… para después ponerla al día, siempre avisándola (casi disculpándome) de mi subjetividad y mi ingenua crítica, sobre los procesos de rehabilitación, modernización y desalojo de la zona más antigua de la ciudad: la más deprimida y marginal. Y después, como lo que quería conocer era Badajoz, me la lleve al Cerro de Reyes, donde le expliqué lo que ocurrió en la riada del 96. Y luego a Las Malvinas, donde no cruzamos palabra, apenas algún monosílabo. Se nos hizo tarde con demasiada rapidez y recorrimos muy por encima el campus universitario (entonces un erial que mas parecía Seseña que un campus universitario) hasta llegar a la Facultad de Medicina, con sus desconchones y sus goteras…
Ya en la cafetería de la Facultad y tras las oportunas presentaciones de los miembros del Consejo de Alumnos, tomamos un café rápido (ella pidió agua, creo) y subimos al inhóspito y destartalado Salón de actos.
Su charla-coloquio se convirtió en una reunión de amigos con la naturalidad propia de la gente sencilla que sabe lo que se trae entre manos. No éramos más de quince o veinte personas las que nos reunimos allí y yo agradecí enormemente la visita de un par de Profesores de los de antes, de los que se merecen ese título por detalles como aquél.
Apenas recuerdo de qué nos habló, pero habló de su vida, más que de su obra. No dio lecciones ni pretendió convencernos de nada. Simplemente fue natural;y nos animó a intentar mejorar nuestro mundo cercano desde la profesionalidad y la crítica.
No me sorprende que apenas recuerde sus palabras en el acto oficial, pues tuve la suerte de disfrutar de su compañía aún después de la conferencia, y eso es lo que se me grabó para siempre en ese rinconcito de los recuerdos que a uno le hace sentirse vivo y bien sólo con visitarlos de vez en cuando.
Dulce Chacón era una mujer que hacia honor a su nombre; pero que era mucho más que eso. La dulzura y ternura de sus palabras y gestos se acompañaba de una calma que envolvía a todos los presentes hasta llevarnos de la mano a un estado de bienestar que no podía haber imaginado antes, en mis muchos ratos de nervios durante esos días de ajetreo; absorto en la preparación de aquella Primera Semana Cultural de la Facultad de Medicina que tanto trabajo nos dio y que tan buen resultado tuvo, aún asumiendo la escasez de participación en algunos actos.
Pero lo que recordaré siempre fue el rato de relax que siguió a su conferencia-encuentro con los que allí estuvimos aquella tarde. El Sr. Decano, que previamente ni siquiera se digno a aparecer en el acto oficial, asomó la cabeza al término de aquél para saludar a la invitada. Hicimos las presentaciones correspondientes y, al ofrecerse el Decano a invitarla a cenar en nombre de la Facultad… Dulce cruzó su mirada con mis ojos furibundos (yo sólo le había insinuado, sin entrar en detalles, que el apoyo oficial del equipo directivo de la Facultad a nuestra propuesta de Semana Cultural fue absolutamente nulo en las semanas previas, llenas de preparativos y el ajetreo propio de la escasez de recursos económicos y apoyos oficiales; pero no quise echar mierda en lo que por entonces sentía como mi propio tejado). Y respondió educadamente, pero con meridiana claridad, algo así como: “Soy la invitada de los alumnos, me quedo con ellos, muchas gracias”. Y cogió un vaso de plástico, se sirvió un refresco y comenzó a charlar con los que estábamos allí como si tal cosa, en una silla de madera y en medio del habitual desorden del Consejo de Alumnos…
Más tarde, con el tiempo, en alguna de nuestras conversaciones telefónicas y correos manuscritos, tuve la oportunidad de agradecerle personalmente aquel gesto de coherencia y apoyo para con nosotros. Y ella siempre rehuyó el tema, como corresponde a los que saben hacer y estar, como es propio de la mujer humilde y comprometida que era.
En sus últimos meses, ya muy enferma, Dulce desapareció. No contestaba a mis llamadas ni a mis correos. Poco después murió. Y recuerdo que me enteré de la noticia muy pocas horas después de su muerte, al escuchar la noticia como primicia en Radio Nacional.
Y desde entonces, siempre que tengo ocasión, regalo sus libros a mis amigos.
Y desde entonces, siempre que puedo, cuento esta historia, más o menos adornada, para transmitir su mensaje personal de calma y coherencia.
Y desde entonces, de vez en cuando, busco aquellas cuatro cartas que me escribió de su puño y letra… y recuerdo su dedicatoria a mi volumen de Cielos de barro:
“A Jesús, con el deseo de que nunca pierda la ilusión por sanar a los que tiene cerca. Con todo mi cariño y mi más profundo respeto, Dulce.”

Gracias, Dulce.
*La foto es de Flickr

21 de julio de 2010

¿Qué es eso?

Mi Hermana, que bombardea con frecuencia mi correo con forwards a los que, lo confieso, no siempre hago caso, hoy me ha sorprendido con este vídeo...

Se me ocurren mil cosas que decir, pero creo que sobran las palabras.




No he podido evitarlo (tampoco lo he intentado, la verdad) y se me han escapado unas cuantas lágrimas calmadas, de ésas que te recorren la cara hasta caer al vacío... y consiguen recordarnos que a veces, lo más sencillo es taaan difícil...

¡Pero merece la pena intentarlo!

Gracias, Ana.

18 de julio de 2010

Dieciocho del 7...

Durante 40 años (que para quienes los padecieron debieron ser interminables, y que muchos sufrieron y malvivieron quedando en las cunetas sus sueños o los cuerpos de familiares o amigos... que ahí siguen... ¡qué país!) se conmemoró en esta fecha el "Alzamiento Nacional" (se levantaron sólo 3 y es sospechoso que Mola y Sanjurjo-que ya se había sublevado en 1932- murieran en sendos accidentes de aviación...¿o no?) con el que comenzó nuestra Guerra Incivil y que dio matarile a la II República (ya tocada de muerte por múltiples frentes y errores) y a lo que a partir de entonces el régimen dictatorial franquista llamaría el "espíritu del 18 de julio".

Es interesante recordar documentos como los bandos del 17 y 18 de julio de 1936 (donde el propio Franco declara el estado de guerra en las Islas Canarias), o echar un vistazo a los libros de texto de la época (dónde destaca la fecha en cuestión como bandera de los ideales del dictador, y con los que adoctrinó a generaciones con sus "Lecciones de formación del Espíritu Nacional"). La red nos permite incluso recuperar la voz del caudillo ese mismo día en su mensaje radiado al pueblo español: "españioles...blablabla"

El 18 de julio del 36 marca el inicio de una guerra demasiadas veces olvidada y de un golpe de estado pocas veces llamado así; porque eso es lo que fue. Y pocos somos lo españolitos que hoy podemos decir que sabemos lo que ocurrió entonces, como se vivieron en las semanas y los días previos hechos como los asesinatos de Andrés Saenz de Heredia, José del Castillo Saez de Tejada o del "protomártir" José Calvo Sotelo...

Sigo indignándome por no haber estudiado en el bachillerato (que en mi época era BUP) nada de nada en lo referente a estos sucesos tan tristes y que marcaron nuestra historia e incluso el carácter de la España de entonces (y parte de la de ahora)... El bienio radical de la CEDA, Primo de Rivera, la Constitución del 31, el Dragon Rapide y sus vuelos, la Matanza de Badajoz, las matanzas de religiosos, Lerroux... y yo que sé cuántas cosas más que parece que no son importantes...

Y yo sólo quiero aprovechar esta fecha para recordarme mi propia ignorancia, mis cuentas pendientes con el conocimiento y las ganas de que por ello nadie piense que remuevo nada, sino que me intereso por la historia más reciente de España.

Y hoy me he enterado de que el 18 de Julio Franco concedía paga "extra" a los españolitos... ¡qué idea más macabra! Y he pensado que puede que de eso sí que se acuerden algunos. En épocas de miseria una paga extraordinaria no puede olvidarse...

Para mí, aun así, el 18 de Julio siempre será el día en que se casaron mis Padres. Mira tú por dónde, no se les ocurrió otra fecha. Así que: Papá, Mamá: Feliz Aniversario!

Las seis a eme

Las seis de la mañana, ésa es la hora.

A las seis, si no he dormido...suelo decidir que ya no lo intento más; y me fumo la radio, me enchufo el primer café y me bebo el amanecer.

A las seis, si he maldormido... suelen visitarme los duendes de la bruma para despertarme poco a poco, contarme alguna de sus mentiras habituales y marcharse después como vinieron, sigilosos, pero dejando el sol encendido.

A las seis, si estoy de guardia... no suele haber trabajo; pero si llega un paciente: es la hora de los que son urgentes de veras. Ojo: la noche del sábado suele ser la excepción que confirma esta regla, ya os imagináis por qué.

Y a veces, como ahora, como hoy... a las seis de la mañana, se me llenan los ojos de ella y no puedo parar de mirarla.

9 de julio de 2010

¿Cómo se educa la voluntad?

¿Cómo se educa la voluntad?

¿Cómo se hace para hacer?

Hacer lo que debes hacer,

hacer lo que sabes hacer,

hacer lo que deseas hacer.

Hacer-lo.


¿Cómo se educa la voluntad?
No me sirvieron academias militares,

ni anarquías okupadas que ahora recuerdan sólo
a botellón perrofláutico.

¿Cómo se vive cuando te sabes responsable
y éso te convierte en un irresponsable?

¿Cómo se hace para pensar y que sea productivo?
Odio las pajas mentales
a pesar de mi tendencia a ese onanismo perverso.

¿Cómo se hace para hacer,
y dejar de pensar tanto en tanto?

Las ganas van y vienen...
Las de soñar
se me han gastado.

Las fuerzas

para seguir…
vienen y van.

Las ganas de creer
que tengo fuerzas,
ésas,
dónde estarán...

Quiero saber lo que quiero,
y tomarme después un respiro...
Quiero parar
sin que me paren.

Eso quiero, sí.


Pararme, yo solito, sin que nadie me pare.
Para volver a volver a empezar.
Para volver a envolverme de ti,
para volver a desenvolverme, sin ti,
para volver a revolverme,

por fin.
Para re-volver...



Eso quiero, sí.
Eso creo...

¿Cómo se hace para hacer,
y dejar de pensar tanto en tanto?

Un bloc sin anillas


Quisiera ser ingenioso, pero uno es consciente a estas alturas de la película, de sus propias carencias.

Iré dejando post(ales) poco a poco, según lleguen la inspiración y las ganas, hasta entonces: aquí lo tenéis: AQUÍ ME TENÉIS!
La foto es de Cris Llopis